“E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Salmo 50:15).
Muchas personas están familiarizadas con las palabras del Salmo 50:15, pero dicho versículo está en un contexto que debería ser contemplado en toda su plenitud. El tema principal del Salmo 50 es la adoración genuina a Dios, la verdadera alabanza, tal como a Él le agrada.
La verdadera adoración en la creación
La verdadera adoración a Dios comienza en la creación: “El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra, desde el nacimiento del sol hasta donde se pone” (ver.1). El verdadero propósito de la creación es adorar a Dios. Así también lo dice el Salmo 19:2: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”.
La verdadera adoración revela la grandeza y la santidad de Dios
“De Sion, perfección de hermosura,
Dios ha resplandecido. Vendrá
nuestro Dios, y no callará; fuego
consumirá delante de él, y tempestad
poderosa le rodeará” (versículos 2-3).
La verdadera adoración a Dios siempre muestra su grandeza y santidad, siendo ese su contenido. En
La falsa adoración
¡Pero precisamente, lo que Dios lamenta en el Salmo 50 es la falta de ese estilo de vida!
“Convocará a los cielos de arriba,
y a la tierra, para juzgar a su pueblo.
Juntadme mis santos, los que hicieron
conmigo pacto con sacrificio.
Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez” (Versículos 4-6).
Dios toma a los cielos y la tierra como testigos y le recuerda a su pueblo el pacto que hicieron con Él. Por consiguiente, eleva una queja contra Israel. Es una queja contra los rituales externos y vacíos, la adoración a Dios que carece contenido. Este lamento puede llevarse a nuestros días, a ¡un cristianismo sin Cristo!
“Oye, pueblo mío, y hablaré;
escucha, Israel, y testificaré
contra ti: Yo soy Dios, el
Dios tuyo. No te reprenderé
por tus sacrificios, ni por tus
holocaustos, que están continuamente
delante de mí. No
tomaré de tu casa becerros,
ni machos cabríos de tus
apriscos. Porque mía es toda
bestia del bosque, y los millares
de animales en los collados.
Conozco a todas las
aves de los montes, y todo lo
que se mueve en los campos
me pertenece. Si yo tuviese
hambre, no te lo diría a ti;
porque mío es el mundo y su
plenitud. ¿He de comer yo
carne de toros, o de beber
sangre de machos cabríos?”
(Versículos 7-13).
Dios se opone a esta forma del culto, la cual únicamente es externa y carece de contenido bíblico. Todo ha decaído para convertirse en un mero show, consiste en una actividad religiosa sin una relación genuina con Dios. Este es el reclamo que Isaías hace en nombre de Dios:
“Dice, pues,
el Señor: Porque este pueblo
se acerca a mí con su boca, y
con sus labios me honra, pero
su corazón está lejos de mí, y
su temor de mí no es más que
un mandamiento de hombres
que les ha sido enseñado”
(Isaías 29:13).
La verdadera adoración es una acción del corazón
En medio de este formalismo Dios le pide a su pueblo:
“Sacrifica a Dios alabanza, y
paga tus votos al Altísimo; e
invócame en el día de la angustia;
te libraré, y tú me honrarás”
(Versículos 14-15).
Con estas palabras, Dios quiere decirle a su pueblo que un verdadero sacrificio de alabanza no es algo externo, sino que es una acción del corazón. Sí, Dios incluso lo repite y dice:
“Paga tus votos al Altísimo”
¡Comprométete! De este tipo de adoración depende la hermosa promesa:
“Invócame
en el día de la angustia; te libraré,
y tú me honrarás”.
Una falsa imagen de Dios
Dios debe reprender la trágica rebelión de su pueblo:
“Pero al malo dijo Dios: ¿Qué
tienes tú que hablar de mis leyes,
y que tomar mi pacto en
tu boca? Pues tú aborreces la
corrección, y echas a tu espalda
mis palabras. Si veías al
ladrón, tú corrías con él, y con
los adúlteros era tu parte. Tu
boca metías en mal, y tu lengua
componía engaño. Tomabas
asiento, y hablabas contra
tu hermano; contra el hijo de
tu madre ponías infamia”
(Versículos 16-20).
Bajamos a Dios al mismo escalón en el cual estamos nosotros. Muchas veces los cristianos responden de la siguiente manera cuando son reprendidos por su pecado: “Para mí está bien, no tengo problema con eso”. Pero al mismo tiempo se sorprenden, como Israel en el pasado, de que Dios no les escucha. ¡Es que no puede escuchar! Parece que han dejado a un lado que las promesas de Dios están sujetas a ciertas condiciones.
“Estas cosas hiciste, y yo
he callado; pensabas que de
cierto sería yo como tú; pero
te reprenderé, y las pondré
delante de tus ojos” (Versículo21).
Decimos ser cristianos, pero a la vez hemos creado un Dios que no corresponde al Dios de
“Entended ahora esto,
los que os olvidáis de Dios,
no sea que os despedace, y no
haya quien os libre” (Versículo 22).
A pesar de su conducta religiosa, Israel, y quizá también nosotros, había olvidado a Dios. Por eso Él calla, por eso ya no podemos escuchar su voz.
La verdadera adoración se ajusta a
El Salmo también muestra la solución a este problema. Está en reflexionar acerca de aquello que Dios entiende como verdadera adoración, regresar a lo que dice el versículo 23:
“El que sacrifica alabanza
me honrará; y al que
ordenare su camino, le mostraré
la salvación de Dios”.
La verdadera adoración comienza en el momento en que empiezo a alinearme a
Tres principios de la verdadera adoración
En Mateo 8:1-8 aprendemos cómo podemos elevar una oración así. Estos versículos nos cuentan acerca de dos milagros de la gracia divina:
“Cuando descendió Jesús
del monte, le seguía mucha
gente. Y he aquí vino un leproso
y se postró ante él, diciendo:
Señor, si quieres, puedes
limpiarme. Jesús extendió
la mano y le tocó, diciendo:
Quiero; sé limpio. Y al instante
su lepra desapareció” (Versículos
1-3).
“Entrando Jesús en Capernaum,
vino a él un centurión,
rogándole, y diciendo: Señor,
mi criado está postrado en casa,
paralítico, gravemente
atormentado. Y Jesús le dijo:
Yo iré y le sanaré. Respondió
el centurión y dijo: Señor, no
soy digno de que entres bajo
mi techo; solamente di la palabra,
y mi criado sanará”
(Versículos 5-8).
Aquí encontramos tres principios de la verdadera oración. Así dice la fe: “Señor, ¡tú puedes!”. El respeto añade: “¡Si tu quieres!” Y la humildad agrega a lo anterior: “¡No soy digno de que lo hagas!”
La adoración dice Sí a los caminos de Dios
Al mismo tiempo, no deberíamos olvidar que no importa en qué dirección Dios responde nuestras oraciones: el nombre de Dios debe ser honrado sobre todo. Sabemos muy bien que Dios aún hace milagros. Pero no siempre responde nuestras oraciones de la forma que quisiéramos. Esta situación se nos describe en Hechos 12. Tanto Jacobo (versículo 1) como también Pedro (versículo 2 y ss.) están en la cárcel. La iglesia ora intensamente por ambos. Los dos saben que están bajo el manto y la protección de Dios. A uno, Jacobo, Dios le dice:
“Bien, buen siervo y fiel;
sobre poco has sido fiel, sobre
mucho te pondré; entra en el
gozo de tu señor” (Mateo
25:21).
Por consiguiente, Jacobo es decapitado. En el caso de Pedro, vale la encomendación: “¡Vete a la viña, porque la cosecha está lista!”. Por consiguiente, Pedro escapa de forma milagrosa de la cárcel, para trabajar en la viña de Dios. ¡Ambos caminos fueron la voluntad de Dios! ¿Acaso diremos siempre que sí, ya sea que Dios nos guíe de una forma u otra?
Dios escucha la verdadera adoración
Dios quiere que le roguemos, Él quiere responder. Pero esto exige obediencia a su Palabra y un correspondiente estilo de vida santificado. Sabiendo que Él escucha y responde, podemos entregarle la decisión, conscientes de que Él todo lo hace bien, a pesar de las apariencias. En este sentido Dios dice: “Porque yo
sé los pensamientos que tengo
acerca de vosotros, dice Jehová,
pensamientos de paz, y no
de mal, para daros el fin que
esperáis” (Jeremías 29:11).
Juan 4:23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
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