Ana
era una de las esposas de un varón piadoso llamado Elcana, que cada
año subía a Siló, una ciudad que estaba situada a 35 km al
noroeste de Jerusalén, en el territorio de Efraín, donde estaban
los sacerdotes de Dios, los cuales eran Ofni y Finees.
En
aquella ocasión, Elcana estaba ofreciendo una ofrenda de paz, que
era una manera de expresar la comunión con Dios y con las personas.
Cuando la grasa de la carne ya se había quemado y después de
apartar lo que correspondía a los sacerdotes, comenzó a dar a cada
uno de los suyos una parte del sacrificio, pero había apartado solo
una parte para Ana, ya que no había podido concebir hijos.
La
otra esposa de Elcana, Penina, atormentaba a Ana por el hecho de que
ella no había podido concebir y dar hijos a su marido. Esto lo hacía
cada año que subían a aquel lugar, por este motivo Ana no comía y
se pasaba llorando todo ese tiempo. En aquella ocasión, Elcana con
el afán de consolarla, se acercó y le dijo: no soy yo mejor que
diez hijos? Después de esto, Ana se consoló y comió y bebió, pero
mientras que el sacerdote no estaba cerca ella se levantó y se
dispuso a orar a Dios.
La
amargura que tenía en su corazón era tan grande que no podía
evitar llorar y en medio de su llanto le dice al Señor: “Jehová
de los ejércitos, si es que miras la tristeza de tu sierva y te
acuerdas de mi y me das un hijo varón, yo voy a dedicártelo por
toda su vida”. Esta dedicación de la cual estaba hablando Ana en
su oración se refiere al voto de “nazareo” (Num 6:1-21). De esta
manera llamaban a las personas que dedicaban un tiempo o toda su vida
al servicio de Dios. Estas personas no debían hacer 3 cosas: 1) no
beber vino ni cualquier otra bebida embriagante; 2) no debían
cortarse el cabello y 3) no carcarse a ningún muerto. Esto era lo
que Ana estaba pidiendo y el compromiso que estaba haciendo con el
Señor.
Pero
mientras oraba en silencio, la observa el sacerdote y solo ve que
mueve los labios pero no se oía nada y la confunde con una borracha
y la increpa por ello, pero ella le responde que no estaba ebria,
solo estaba muy angustiada y que estaba derramando delante del Señor
su dolorosa situación. El sacerdote Elí le responde: “ve en paz y
que el Dios de Israel te otorgue la petición que has hecho”.
Después de esto Ana se retiró y ya no había tristeza en ella.
Aquí
podemos observar varias cosas importantes sobre la situación que Ana
estaba atravesando y que pueden ayudarnos en nuestra vida diaria:
Ana
pertenecía a una familia piadosa.
Podemos
notar que Ana integraba una familia que buscaba a Dios. Elcana, el
marido de Ana cumplía con lo que la ley pedía sobre la
peregrinación que debían realizar hasta el lugar del sacrificio
que estaba en Silo, por lo tanto podemos considerar a este varón
como temeroso de Dios, pero aún en medio de esta familia que tenía
una comunión especial con el Señor puede verse un problema, el cual
era la infertilidad de Ana. Su relación con Dios no los excluían de
la dificultades de la vida, pero aún en medio de esta situación la
fe de Ana seguía firme.
Debemos
de saber que los que tienen una relación con Dios no están exentos
de las dificultades de la vida, sean cuales fueran. No porque
cumplimos nuestras obligaciones como cristianos podemos asegurar que
nada de lo que le suceda a las personas no creyentes, no nos sucederá
nunca más.
Las
situaciones difíciles pueden presentarse y lo hace a diario. Se
cristiano no es tener un “campo de fuerza” que nos protege de los
problemas, es más, en muchas ocasiones ser cristiano tare más
problemas, ya sea con la familia, con los amigos, con la novia o
novio, etc.
Los
que buscan a Dios, con el pretexto de tener un “protector anti
problemas” está muy equivocados y tal vez lo que le dijeron sobre
Dios es un error.
Así
como no se puede negar que los problemas vendrán de igual manera
siendo cristiano, tampoco se puede negar que la forma en que se miran
estas han cambiado radicalmente. Lo que antes era un problemas, ahora
es una prueba, lo que antes era un dificultad, ahora es una
posibilidad para experimentar el poder un Dios que nos ha tomado como
hijos y ha prometido ayuda. Lo que antes me causaba dolor o
preocupación, hoy doy gracias por ello, porque puedo ver que no
estoy solo.
Dentro
de esa familia era atormentada.
Se
sentía mal consigo misma por la repetidas ofensas a causa de su
infertilidad, los insultos de la otra esposa de Elcana, Penina, la
atormentaban a tal grado que no quería comer y pasaba la mayor parte
del tiempo llorando. Esto sucedía cada año cuando ambas se
encontraban acompañando a su esposo en los sacrificios y en esta
oportunidad es cuando más se notaba que Ana no tenía hijos, ya que
sólo le correspondía una parte de la ofrenda, pero como su esposo
la amaba le daba una parte especial, pero aún este gesto no podía
consolar el hecho de su infertilidad. En la antigüedad una mujer que
no tenía hijos, se pensaba había sido maldecida por Dios y era
motivo de vergüenza.
Hay
ocasiones que encontramos personas que nos recuerdan sólo las
desgracias de nuestra vida. Estas pueden estar en nuestra familia o
ser muy allegados a nosotros y son los comentarios que vienen de
ellos los que más nos lastiman. Si un desconocido habla mal de
nosotros, quizá no tendría mucha influencia en nuestra vida, pero
cuando lo hace un allegado es diferente, ya que llega al corazón y
queda en la mente por mucho tiempo.
Es
por este motivo que debemos ser muy cuidadosos con lo que decimos a
las personas que nos rodean, ya que una palabra con mala intención
puede causar mucho sufrimiento, y socavar la autoestima del otro.
Puede derramar muchas lágrimas y llenar de dolor el corazón de
nuestro prójimo y esto no agrada a nuestro Señor. También debemos
saber que a clase de palabras vamos a abrir nuestro corazón, ya que
muchas veces hacemos más caso a lo malo que dicen de nosotros que a
lo bueno, siendo que en muchas ocasiones lo malo que se dice es
mentira. No podemos estar aceptando todas las palabras de maldición
que algunas personas dirigen hacia nosotros, debemos rechazar todas
aquellas malas intenciones u opiniones (sin dejar de reflexionar si
hay algo de verdad en aquellas palabras) y recibir lo bueno para
nuestra vida.
Cuando
uno busca agradar a Dios en su vida, es normal que muchos comiencen a
murmurar mentiras y calumnias contra uno. Si lo hicieron con Jesús,
!sería raro que no lo hagan con nosotros¡ Pero no debemos hacer
caso de ellas, si tenemos la conciencia tranquila de que estamos
obrando de acuerdo a la voluntad de Dios, debemos hacer caso a las
palabras que encontramos en las Escrituras y que aprueban nuestras
actitudes y obras. La opinión de la gente no debe conducirnos a
hacer cosas que desagradan a Dios, no debemos llorar por algo bueno
que estamos haciendo y por eso no agradamos a todos, debemos llorar
cuando buscamos agradar más a todos que a Dios.
Su
esposo la amaba.
Aún
cuando podía separarse de Ana, Elcana la tuvo a su lado a pesar de
las críticas y la vergüenza de tener una esposa estéril. En el
tiempo de Ana, la esterilidad daba derecho al esposo a pedir el
divorcio. Los hijos eran muy importantes para la familia y para la
sociedad, era la fuente de ingresos económicos de la familia, además
era una sociedad que constantemente estaba en guerra y se perdían
muchas vidas en los campos de batalla. Ana se sentía inútil,
incapaz de aportar al bienestar de la familia y de la nación.
Muchas
veces también nos sentimos “infértiles” en diferentes áreas de
nuestra vida. Lo sentimos cuando lo que hacemos no da los resultados
deseados, cuando la intención sola no basta y las personas a nuestro
alrededor comienzan a decirnos que somos inútiles y que siempre lo
seremos. Las personas muchas veces creen que seremos siempre así y
que ya no tenemos solución y pierden la paciencia hacia nosotros.
En
cambio nuestro Señor conoce lo que seremos en el futuro, él puede
entender y perdonar nuestro presente y darnos un futuro que nadie
conoce, solo él. Todo esto lo hace por amor, así como Elcana
aceptaba la infertilidad de Ana, así también Cristo nos acepta,
porque nos ama, y por ese amor espera por nosotros y sólo podemos
acercarnos a él con fe. Luego esa fe es la que producirá los frutos
que los demás esperan y que no se pueden ver hoy. El amor todo lo
soporta, y todo lo transforma para bien.
No
respondió con mal la acusación.
Ana
oraba silenciosamente, porque tenía la seguridad de que Dios conoce
lo que está en nuestros corazones, aún cuando no se pueden oír.
Podemos acudir a nuestro Señor en toda ocasión y podemos compartir
con él todas aquellas cosas que nos duele o no quebranta, cosas que
quizá si mencionamos a alguien lo tomará diciendo: otra vez?
Nuestro
Amigo nunca se cansa de escuchar lo que tenemos para decir, él
siempre está dispuesto a formar parte de nuestra vida para ayudarnos
a decidir bien.
Tal
vez las personas que nos rodean vean con burla o con enojo lo que
hacemos para Dios y dirán que estamos mal de la cabeza, eso lo harán
sólo por un tiempo hasta que se darán cuenta que lo que hacemos
realmente vale la pena, allí ya no se reirán, sino que querrán ser
como nosotros. Por esto es que nunca debemos de responder mal a las
acusaciones, Dios es el que nos defiende y de Él dependemos. No
tomes justicia por propia mano, Dios es el que paga a cada uno según
su obra.
Si
Ana hubiera respondido mal a Elí, éste quizá no hubiera orado por
ella. Si nosotros tratamos mal a las personas que nos tratan mal,
nunca podremos mostrar lo que Jesús ha hecho en nosotros y no
podríamos hablarle de ello. Es por esto que se debe vencer el mal
con el bien.
Pidió
ayuda a Dios y él respondió.
Dios
tomó en serio la promesa de Ana, la promesa que había hecho en el
tiempo de su angustia. Escuchó su petición y de acuerdo a la
sinceridad de su petición, ya que lo había hecho con fe.
Ana
cumplió su promesa al Dios y entregó ese hijo que le fue regalado
por Dios, no dudó en cumplir su palabra.
No
debemos hacer promesas a Dios solo porque nos encontremos en
situaciones difíciles, Dios tiene el poder para cumplir sus promesas
y nunca falla, pero nosotros no. No hagas promesas a Dios que después
no puedas cumplir, mejor no prometas nada. Siempre queremos hacer
promesas cuando nos encontramos en situaciones difíciles y cuando la
tormenta pasó ya nos olvidamos de cumplir nuestra palabra. Dios no
es un tonto, acuérdate que cosecharás lo que sembraste.
Las
lágrimas solas no mueven el corazón de Dios, puedes llorar todos
los días pero no lograrás nada, en cambio lo que hace que Dios
responda nuestras oraciones es la fe. Esa fe debe estar en Su Hijo,
en Jesús, ya él es el único camino para llegar al Padre. Cuando
oramos con fe otras cosas no lograremos nada, pero cuando oramos con
fe el Cristo y en su nombre nuestra oración es poderosa. Antes de
orar busca primero a Cristo y él es el que intercederá por ti, solo
él puede hacerlo, ya que ha pagado el precio de nuestros pecados y
son nuestros pecados sin perdonar los que estorban nuestras
oraciones. Pide perdón a Dios por tus pecados y recibe a Cristo como
tu salvador y tus oraciones serán contestadas para tu bien.
Esta
es la característica de Dios en cuanto a la oración del creyente,
responde las que son buenas para el mismo y guía aquellas que no lo
son, para que en todo lo que pidamos glorifiquemos a Rey de reyes y
Señor de señores, nuestro Señor Jesús.
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