martes, 21 de agosto de 2012

Lo que no es como si fuera


Texto: Romanos 4: 13-25

Rom 4:13 Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.
Rom 4:14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.
Rom 4:15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
Rom 4:16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros Rom 4:17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
Rom 4:18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.
Rom 4:19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.
Rom 4:20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, Rom 4:21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; Rom 4:22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
Rom 4:23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, Rom 4:24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, Rom 4:25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

La promesa se alcanza por la fe. v.13
La promesa que Dios hizo, de dar a Abraham y a sus descendientes toda la tierra, no se basaba en la obediencia de la ley, sino en una relación correcta con Dios, por medio de la fe. Lo único que nos capacita y nos asegura el poder tener la herencia de Dios, es la fe.
Esta fe no es sólo conocimiento intelectual, no basta con saber que hay un Dios que creó los cielos y la tierra (Gn 1:1), no basta con saber que me ama y que demostró su amor enviando a su Hijo aquí a la tierra para saldar la deuda que tenía por causa de toda una vida ignorando la ley de Dios, una vida de desobediencia y de decidir “solo yo”, lo que es mejor para mí. No es fe, conocer muchos versículos bíblicos y saber el orden de los libros de la Biblia y conocer todas las fechas importantes del calendario religioso. La fe no viene de la mente.
Tampoco es esta fe, cuando me acerco a Dios sólo en los tiempo de necesidad, después que he intentado tanto y de tantas formas, solucionar un problema pero no he logrado nada. Es seguro que lo que me mueve a buscar a Dios es un tipo de fe, pero no es la fe que hace que mi relación con Dios sea la correcta, porque que lo que estoy haciendo es confiar en el poder de Dios para solucionar un problema causado por mi pecado y ese tipo de confianza se centra sólo en mi necesidad. Lo más normal será que cuando acabe mi problema, también acabará la necesidad de Dios y por lo tanto terminará también el acercamiento que había comenzado, hasta que llegue otro problema que no pueda resolver por mi propia cuenta y recurrir nuevamente a Dios. Este tipo de fe hace que Dios paresca “el genio en la lámpara” o “una bola mágica” que se usa sólo cuando uno tiene alguna necesidad.
La fe que hace que uno tenga una correcta relación con Dios, es aquella que no sólo esta en la mente, sino también en el espíritu, no busca obtener nada de Dios, porque verdaderamente cree que Dios ya le ha dado todo por medio de Cristo. Esta fe no depende de las situaciones que hayan alrededor, no depende de las bendiciones, no depende del afecto o del desprecio de las personas, depende exclusivamente de Dios. Es una fe que hace la confianza sea total, aunque se tenga lo que se espera o no, por medio de esta creemos que la decisión que viene de Dios siempre será lo mejor para nuestra vida. Esta fe podemos compararla a una silla masisa, donde descansamos completamente sin temor a caernos, es una fe que el hombre no puede hacer, ya que sólo Dios puede darnosla (Ef 2:8).

La gracia se manifiesta en la fe y no en las obras. v.14-16
Si la promesa de Dios es sólo para los que obedecen la ley, entonces la fe no hace falta y la promesa no tiene sentido, pues la ley trae castigo para los que tratan de obedecerla, la única forma de no violar la ley, sería no tener ninguna ley para violar. Así la promesa se recibe por medio de la fe, es un regalo que nadie merece, y vivamos o no de acuerdo a la ley, todos estamos seguros de recibir esta promesa si tenemos una fe como la de Abraham, quien es el padre de todos los que creen.
Aunque pasemos toda la vida tratando de ser “buenas personas”, “que no hacen mal a nadie”, “que no desean el mal a nadie”, “que ayudan a su projimo”, aún así vamos a violar la ley de Dios. No somos capaces de llevar una vida perfecta, porque nadie es perfecto y eso lo reconocen todos en todos lados. Así que la única solucion para nosotros sería que no tubieramos una ley que obedecer, ya que no se puede desobedecer algo que no existe, si no hay ley, no hay pecado. Pero como todos sabemos hay ley y por lo tanto desobediencia y como consecuencia castigo.
Es por esto que la promesa de Dios no depende de nuestra obediencia, sino que depende total y únicamente de nuestra fe. No podemos merecer la promesa de Dios, no podemos ganarnos esa bendición aunque nos esforcemos, de esta manera nos damos cuenta que Dios nos da un regalo, algo inmerecido si creemos así como creyó Abraham, que el el padre de la fe.
Abraham no cumplió la ley, pero creyó en el que hizo la ley y no dudó, sino que confió hasta las últimas consecuencias y recibió su recompensa, ser el padre de una gran nación: Israel.
Es por eso que la fe es la confianza de que en verdad sucederá lo que esperamos; es lo que nos da la certeza de las cosas que no podemos ver (Heb 11:1).

La visión de Dios y su lenguaje. v.17
A esto se refiere lo que está en la Biblia cuando dice: “te hice padre de muchas naciones”. Esto sucedió porque Abraham creyó en el Dios que da vida a los muertos y crea cosas nuevas de la nada. En esto consiste el lenguaje de Dios.
Como seres humanos nuestros pensamientos son limitados por las cosas que “son”, es decir las que podemos ver, por el contrario los pensamientos de Dios son diferentes; no hace falta que sean visibles, Él lo hará visible. Muchas veces hablamos sólo lo que estamos viviendo “tengo tantos problemas”, “no puedo hacer esto”, “en casa todo está mal”, “mis padres no me hacen caso”, “mis padres no me escuchan”, “nadie me hace caso”, “estoy triste”, etc., pero el que habla el lenguaje de Dios dice cosas diferentes de las mismas situaciones; “mis problemas son oportunidades para ver la ayuda de Dios”, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, “en casa todo está mal, pero confió que con la ayuda de Dios y mis oraciones esto va a pasar”, “mis padres no me hacen caso, entonces si ellos no se acercan, yo me acercaré”, “mis padres no me escuchan ahora, pero voy a respetar sus decisiones porque quieren mi bien”, “nadie me hace caso, pero yo estoy seguro que Dios conoce lo que está en mi corazón”, “no puedo estar triste si Dios me dado todo por medio de Cristo, esto es pasajero”.
Ver las cosas desde la perspectiva de Dios, nos ayuda a darnos cuenta que todo tiene una solución y que la esperanza que tenemos en Él, no será defraudada nunca. No negamos la realidad, pero creemos que lo que Dios dice es más poderoso que la circunstancia que se este viviendo.
Uno no puede ver las cosas como las ve Dios y tampoco hablar y entender su lenguaje si no pasa tiempo con Él. Los bebés aprenden a hablar como su padres por el tiempo que éstos comparten con ellos, los niños piensan igual que sus padres por la misma razón. Debemos pasar más tiempo con nuestro Padre Celestial para que podamos ver las cosas como Él y podamos hablar con su lenguaje y no con el lenguaje del mundo. Practiquemos una vida devocional.

Las circunstancias vs. La Verdad de Dios. v.18-20
Aún cuando no habían motivos para tener esperanza, Abraham siguió teniendo esperanza porque había creído en que llegaría a ser padre de muchas naciones, pues Dios le había dicho que esa sería la cantidad de descendientes que tendría.
Las personas se dejan llevar por las probabilidades, no esperan algo que no sea “humanamente posible” y de esa manera pierden la esperanza. Abraham no confió en la probabilidades, las cuales no le favorecían, sino que confió en lo que Dios le había prometido. Cuando Jesus dijo que haríamos grandes cosas sólo algunos lo creen, y por eso solo algunos lo logran. Debes esperan en lo que Dios dice y no en lo tu alrededor o tu situación te muestra.
La fe de Abraham no se debilitó, a pesar de que él reconocía sus ya casi 100 años, que le imposibilitaba tener hijos, y ni que decir de la situación de Sara, que nunca pudo tener hijos. Él nunca miró lo estaba a su alrededor, sino que esperó la promesa de Dios, creyó en su Palabra.
Hoy puedes tener muchos defectos, muchas faltas, muchos problemas, pero no permitas que tu situación te haga olvidar la promesa de Dios, confía en su poder y en su amor, aún cuando no los sientas en tu vida. No porque no vemos algo significa que no existe. Cree todo lo que la Biblia dice sobre tí, y espera en sus promesas.
Acuérdate del refrán que dice “lo que no te mata, te hace más fuerte”, esto mismo podemos aplicarlo a nuestra vidas cuando pasamos situaciones difíciles, así como le había sucedido a Abraham. Él siempre creyó la promesa de Dios sin dudar, es más su fe se fortalecía aún más en medio de todo y cuando recibió la bendición dio la gloria a Dios. Los problemas son la mejor manera en que Dios nos demuestra su poder y es glorificado.


La fe en nuestro Señor Jesús. v.21-25
Abraham estaba plenamente convencido de que Dios es poderoso para cumplir sus promesas, y por su fe fue considerado justo por Él. El hecho de que Abraham fue considerado justo (que vive según la ley de Dios), no fue solo para su beneficio, sino que también es para nuestro beneficio, porque nos asegura que Dios nos considerá justos (sin pecado) a nosotros también si creemos en Él, si creemos que levanto de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, si creemos que Cristo fue entregado a la muerte por nuestra injusticia, por nuestro pecado y que resucitó para hacernos justos a los ojos de Dios.
Si Abraham fue condiserado por Dios como un hombre que no desobedecía su ley por la fe que tenía en Él, hoy también puedes estar seguro que si crees que eres un pecador, una persona que no obedece la ley de Dios así como se debe, ten por seguro que si tienes fe en Jesucristo, y crees con todo tu corazón que Él pagó por todos tus pecados y que debes pedirle perdón por tu vida, no dudes que harás las pases con Dios y será tu Padre y tú su hijo.
Cuando creemos algo cambia dentro nuestro, damos a Cristo nuestro pecados para que los pague y le damos nuestra vida para que la gobierne y algún día tendremos el gozo inmenso de estar con Él para siempre.

Conclusión
La fe no es conocimiento humano, no es una creencia temporal, la fe es la confianza total en Dios, es cuando descansamos plenamente en Él sin importar las circunstancias.
Dios ve todas las cosas de una manera diferente a nosotros, debemos pasar más tiempo con Él para poder ver las cosas a su manera y hablar con su lenguaje.
Las circunstancias son sólo eso, circunstancias. Lo que realmente se cumplirá es la Palabra de Dios. Confiemos en lo que nos ha dicho y no sólo en lo que estamos viendo o viviendo.
La vida eterna es un regalo de Dios, que la alcanzamos sólo por medio de la fe en su Hijo Jesucristo. Ésta es la promesa y la herencia más grande que podemos recibir de Dios. 
 

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